Creí
tocar el cielo con mis manos
pero
se disipaba en el momento
volátil,
etéreo, sutil.
Acompañaba
un sueño imposible
que
observaba aquel camino
que
no deseaba coger
entre
flores, coqueteos y sueños bucólicos.
Mi
mente suplicaba no caer
por
el abismo, pero por otro lado
quería
tirarme sin estar sujeto
a
ningún lado.
Quería
volar libre sin que la razón
frenara a la locura.
Me
agazape esperando
que
pasara el momento
escondido,
invisible
calmado
en un estado de animo
que
aparentaba una cosa
y
era otra,
muerto
de miedo ante
el
despertar posible de un sentimiento
que
reprimía atado
con
un nudo difícil de desatar,
agarrado
en las entrañas de la enajenación
donde
los sueños eran capaces
de
acariciar la luna
y donde aquel camino
me
sumergía ante lo absurdo
de
lo imposible.
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