Volabais
bajo
rozando
el murmullo del viento
con
vuestras alas extendidas
sintiendo
como el aire
acaricia
vuestro pequeño cuerpo.
Siento
pena,
como
aquel año en mi infancia,
aquel salvaje
extendía
el alambre asesino
girándolo
en el aire
hasta
que chocabais
con
la extensión de su corazón
ignorante
y
lleno de maldad,
sin
ver ni apreciar vuestro bonito vuelo
y
el sonido maravilloso que emitís
ese
chirrido celestial
al
meceros en el aire.
Y
no hay primavera
que
me quede embelesado mirándoos
y
recordando también a la vez
la crueldad
del hombre
capaz
de matar por puro placer.
Pero
año tras año
seguís
llenando de color el cielo
alegrándonos
los días
con
vuestros vuelos
hasta
que el ciclo de la vida pasa
y
os vais llevándoos mi corazón
y
esperando volver a veros
al
año siguiente.